Miguel Ángel |
Existen situaciones que generan nerviosismo
en la mayoría de las personas. Tal es el caso de hablar en público y dar a conocer
los propios pensamientos.
¿Aquí se trata de timidez?
Cierto grado de inhibición es común en todas
las personas y hay momentos en donde la ansiedad aparece para todos, ya que se
trata de circunstancias en donde uno
siente que es “puesto a prueba”.
Sería extraño que alguien hiciera algo importante
por primera vez y no estuviera nervioso. Cuando algo importa, nos esmeramos por
hacerlo lo mejor posible y estas presiones por dar “una buena impresión” son
las causantes del nerviosismo de las primeras veces. Por otro lado, el temor a lo desconocido siempre acompaña
a los bautismos vivenciales de las nuevas experiencias.
Pero esta adrenalina que implican ciertas
vivencias no es timidez. Una cuota de angustia nos acompaña cuando transitamos
un momento nuevo, pero normalmente dicha sensación no impide que podamos
concretar el objetivo en cuestión.
Distinta es la situación en donde la angustia
impide terminar aquello que empezamos por ser demasiado intensa. Si las presiones por agradar son elevadas, el
nerviosismo se transforma en timidez.
Podemos definir la timidez como un estado que perdura en el tiempo y se
extiende sobre casi todas las situaciones vinculares de la persona.
Cuando la timidez impide hacer las cosas que
queremos puede transformarse en un problema, ya que interviene en las
relaciones sociales. Alguien que padece timidez al momento de comunicarse
siente una opresión generalizada en el cuerpo. La timidez hace que las palabras que se quieren decir sean retenidas o descartadas
por inadecuadas, lo cual obstaculiza un lazo fluido con los demás.
Pero ¿quién tiene el poder de decidir que
palabras son las correctas?
Detrás
de la timidez se esconde un sistema de pensamiento muy severo en donde cualquier
risa, comentario o gesto de los demás puede ser interpretado negativamente.
Esto significa que la timidez no responde a una situación específica que genera
nervios sino fundamentalmente a un pensamiento
negativo sobre sí mismo.
Algunas constantes que manifiestan las
personas con timidez son las siguientes:
1. Resulta
costoso entablar una conversación con alguien que apenas se conoce (las charlas
fluidas solo se mantienen con familiares y personas muy conocidas).
2. Cuando
le hacen una pregunta, piensa demasiado las respuestas.
3. Surgen
ganas de decir o hacer cosas pero la persona no se anima a tomar la iniciativa.
4. Frecuentemente
surge el temor a quedar mal frente a los demás.
5. Predomina
la creencia de que los otros hacen mejor las cosas: saben más, hablan mejor,
visten mejor, son más bellos, son más inteligentes, tienen más dinero, etc.
6. Intenta
pasar desapercibido/a en toda situación.
7. Suele
definirse a sí mismo con atributos que lo descalifican.
8. Las
comparaciones con los demás son casi inevitables, y en estos “análisis
comparativos”, la persona tímida siempre termina perdiendo.
La timidez es resultado de una serie de inseguridades que remiten a componentes
íntimos de la personalidad. Aquello que atemoriza y genera ansiedad en la
persona con timidez, suele relacionarse con aspectos no reconocidos/aceptados de la forma de ser.
El sujeto con timidez suele atribuir a los
demás cosas que no poseen, perdiendo de vista los propios atributos que lo
singularizan. Aquello que proyecta en los otros es la propia mirada negativa que recae sobre sí, ya que no posee
fundamentos reales para sostener que toda la gente podría tener una mala
concepción sobre su persona. Digamos que no podemos agradar a todo el mundo,
del mismo modo en que no nos agradan por igual todas las personas; e incluso
hay seres que nos desagradan. Lo esencial a retener es que la persona tímida proyecta y generaliza percepciones internas.
A diferencia del miedo a lo desconocido, la
timidez se refiere a un miedo a lo
conocido pero no valorado de sí mismo. En este sentido, la timidez disfraza
y oculta lo más auténtico de cada uno; transformando situaciones que podrían
ser agradables en un verdadero calvario.
Para
vencer la timidez,
será cuestión de flexibilizar el sistema severo de pensamiento que critica,
compara, juzga sin cesar.
Por otra parte, es necesario quebrar el
imaginario que dice que los demás son mejores y están en condiciones de
calificarnos. En realidad, todos tenemos la labor de enfrentar distintas
dificultades, por este motivo ninguna persona estaría en condiciones de evaluar
la personalidad de nadie. Hay que recordar
que cualquiera puede hacer el ridículo en público, como dice el dicho “nadie es perfecto”.
Pero lo principal, será reconocer lo singular que nos caracteriza y valorarlo por encima de
cualquier tipo de comparación o evaluador externo. Dejar de tener miedo de
mostrar, compartir o intercambiar lo que somos, ya que si actuamos desde un lugar
de autenticidad la mirada de los otros pierde relevancia.
Fantasmas
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