En
la época actual existen muchos medios para conocer gente nueva y entablar una
relación paralela a la relación de pareja, pero la infidelidad es tan antigua
como la humanidad misma.
Una
serie de señales pueden indicar que nuestro compañero o compañera está “en otra”.
Ante
la sospecha de infidelidad, la reacción común es la de jugar al detective,
investigando al otro, calculando sus movimientos, revisando sus cosas para
encontrar la prueba del engaño.
Entrar
en este juego de espionaje demanda gran energía y en todos los casos resulta
angustiante. Sea como sea el resultado de nuestras investigaciones, no será
agradable; ya que la angustia surgirá por saberse engañado o bien por saberse
celoso. La sospecha con o sin prueba de los hechos, generará el sentimiento de
desamparo y hará pensar en la verdad de toda relación amorosa: nadie es dueño
de nadie. Aquel ser que tanto amamos o que creemos amar, puede irse en búsqueda
de otros brazos.
Cuando
la infidelidad es manifiesta ¿cómo hacerle frente a este malestar sin caer en
la violencia, los sentimientos de inferioridad o la negación?.
Como
primera medida, es importante controlar los impulsos, contener las agresiones y
pensar en los antecedentes de la pareja. Antes de que comiencen las sospechas,
¿la pareja era feliz?.
Otro
punto pertinente es evaluar el grado de comunicación que existe entre ambos,
¿la comunicación es fluida como para que
cada uno exprese sus sentimientos con libertad?.
La
infidelidad suele ser el producto de distanciamiento
sentimental respecto a la pareja, lo cual presta el terreno para la aparición
de un tercero. Tanto para hombres como para mujeres, la distancia emocional
puede llevar a refugiarse en fantasías y buscar un alivio de las frustraciones
de modo evasivo. En este contexto, la pareja deja de ser pareja desde el
momento en que un tercer elemento se incluye en su mismidad, generando una
suerte de despersonalización.
El
hecho de vivir en la misma casa, tener hijos en común y compartir la vida
diaria con alguien no garantiza la unión sentimental. Es preciso que haya
cercanía y complicidad suficiente como para que el amor persista en el tiempo.
Antes
del engaño, suele existir un conflicto del cual no se habla y que puede ser
desconocido para los dos miembros de la pareja. Dicho conflicto tiene que ver
con alguna insatisfacción que no se vincula necesariamente a lo sexual. En esta
situación, algunas personas actúan sin haber resuelto sus paradojas y es así
como ocurre la infidelidad, sosteniendo dos relaciones paralelas que
representan los dos polos de la paradoja sentimental en cuestión.
Es
cierto que las mujeres no aman de la misma forma que los hombres. Ellas aman y
desean a la misma persona, en cambio ellos pueden amar y desear a dos personas
diferentes. Pero los hombres, cuando aman seriamente, subliman esa división que
caracteriza a la posición masculina. Renuncian a las dos para elegir a una
entre otras, es decir que ellos también pueden concentrar amor y deseo en una
misma persona.
Es
común a ambos sexos la fantasía de tener un objeto de amor perfecto, con las
cualidades que cada quien desee. Pero en la experiencia, uno puede corroborar
fácilmente que tal objeto no existe más que en las fantasías, a modo de Frankenstein,
es solo una imagen llena de atributos tipo collage. La perfección posible es
aquella que no está basada en las cualidades sino en el amor.
Algo
obvio pero a la vez fundamental es el hecho de que la persona que es infiel, lo
es por no estar en condiciones de perder lo que debería perder. Desde nuestro
nacimiento hasta nuestra muerte, las satisfacciones tienen un precio; y no es
posible obtener ganancias si no hay pérdidas que las precedan.
La
infidelidad, por lo tanto, es la actuación de un anhelo de completud imposible,
que suele terminar en el sufrimiento y el escándalo.
En
un caso de infidelidad, ambos miembros de la pareja se ven perjudicados. Pero este perjuicio y el
dolor que conlleva no se debe al acto concreto de estar con otra persona sino
al engaño, la falta, la traición de la confianza; cuestiones que no tienen por
que significar desamor pero si indican que la pareja estable ha llegado a una
meseta y necesita remodelaciones.
Claro
que esas parejas que escapan a la infidelidad han podido establecer las
remodelaciones a tiempo, sin que los cimientos de la relación se conmuevan.
Pero si una pareja tiene un problema de infidelidad, esta crisis puede ser una
ocasión para empezar de nuevo ya que la infidelidad en sí misma no alcanza para
romper una pareja, hacen falta otras razones de base para que eso suceda.
Frente
al engaño, responsabilizarse de los propios sentimientos, temores y deseos es
fundamental para conservar un lugar digno y seguro frente a la situación. La
infidelidad suele ser un síntoma de pareja y no tanto del individuo, por esta
razón no llevará muy lejos creer que el que engaña es el victimario y el
engañado es la víctima. Resultará más productivo poder ubicarse como
protagonista de la situación de infidelidad, entendiendo a ésta como resultado
de un malestar compartido.
Una
infidelidad genera desasosiego y lastima la estabilidad de una pareja, por lo
cual puede significar la gota que rebalsa el vaso y apuntalar la separación. En
otros casos, esta crisis sirve para el crecimiento de la pareja, permitiendo
reencontrarse desde otro lugar, reformulando las condiciones y las razones para
seguir juntos.
En
cualquier caso, el engaño es el comienzo del fin. Podrá ser el fin de la pareja
o el fin de una etapa en la vida de la pareja, esto dependerá de los amantes;
ya que está en sus manos la posibilidad de retener o de inventar el amor.
El amor y sus efectos
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7 pasos para salir de la angustia
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