S. Freud define el psicoanálisis como un
método de investigación y cura. El descubrimiento del psicoanálisis se sitúa a
fines del siglo XIX, a partir del estudio de la histeria.
En aquel entonces, el sufrimiento histérico
se presentaba como refractario a los recursos disponibles, el síntoma histérico
era una roca imposible de afectar por la medicina. En este contexto, S. Freud
inventa el método analítico con el fin de conmover el padecimiento de la
histérica sirviéndose de la palabra.
Con el curso de los años, y en virtud de una
serie de investigaciones, el psicoanálisis se convirtió en uno de los métodos
terapéuticos reconocidos, capaz de provocar diferentes alivios psíquicos.
En la actualidad, la terapia analítica se
reconoce entre las múltiples ofertas en materia de salud mental. ¿Qué distingue
al psicoanálisis de otros abordajes?.
En 1955, J. Lacan afirmaba que el
psicoanálisis no es una psicología, porque no busca adaptar a la persona en
determinado molde del buen vivir. El psicoanálisis se consolida entonces, como
una forma de trabajo que atiende la singularidad de cada persona, alojando el
discurso particular sin servirse de un criterio normalizador y adaptativo.
A pesar de su demostrada eficacia para el
alivio de los dolores psíquicos, el psicoanálisis no es una ciencia.
Justamente, por hacerle un lugar a lo particular, no es posible construir un
saber doctrinal al modo de la ciencia física.
El sufrimiento humano no es susceptible de
ser escrito en una fórmula matemática, por lo tanto, su solución no depende de
una ecuación lógica sino de los recursos y descubrimientos que cada quien sea
capaz de operar en un análisis.
El método psicoanalítico trabaja con los productos
inconscientes, ya que se concibe a lo inconsciente como la sede de la verdad del
sujeto. Esta cuestión suele generar temores y repelencias, e incluso pueden
mencionarse algunos mitos respecto al psicoanálisis que se fueron construyendo
en la sociedad.
1- Es una terapia demasiado larga y no hay garantías de que
funcione.
Es cierto que un
análisis no puede durar solo algunas semanas. La mente humana es muy compleja y
se requiere tiempo para iluminar los laberintos de ideas, recuerdos y emociones.
Cada persona posee su propio tiempo, el psicoanálisis demanda el tiempo que
dure el proceso. Sin embargo, no es un tiempo interminable, un análisis debe
tener su comienzo y su fin. Es un mito creer que las mejoras se observan al
final de un largo camino, ya que en poco tiempo la persona suele experimentar
cambios positivos en distintos terrenos de su vida.
2- El psicoanalista se remite solo al pasado.
Esta terapia considera
que existe una causa, y esta causa habita en la historia de cada uno. La
historia no es el pasado, la historia es lo que determinada persona dice sobre
su vida. En este decir hay construcción, elaboración personal. Por eso en
psicoanálisis no es el pasado lo que importa sino el presente. Como terapia, es
un medio para alcanzar un mayor disfrute del tiempo presente.
3- El psicoanalista interpreta todo lo que se dice, dentro y
fuera del consultorio.
El analista utiliza
la herramienta de la interpretación solo cuando es necesario, de hecho las
ocasiones no suelen ser muy numerosas. La interpretación sirve para mostrar al
paciente una ilación de pensamiento desconocida por él. Por fuera del espacio
analítico, el terapeuta se abstiene de interpretar porque en este caso, una
interpretación no daría ningún fruto.
4- Es una terapia muy cara e inaccesible para la mayoría.
Hay analistas cuyos
honorarios son muy elevados, pero también existen aquellos que atienden por
obras sociales y que manejan honorarios más accesibles. Por otra parte, en
muchas instituciones públicas de nuestra ciudad se trabaja desde el
psicoanálisis. En hospitales y centros de salud suele haber excelentes
analistas.
5- El psicoanálisis habla solamente del complejo de Edipo.
Es común creer que en
una sesión el analista preguntará sobre la madre y el padre, o los hermanos. En
realidad, el analista no propone este tema. Es el paciente quien habla de sus
relaciones edípicas o no, ya que las sesiones van surgiendo a partir de las
ocurrencias libres que el paciente produce.
6- El diván es para que el analista esté más relajado.
El diván no es un
beneficio para el analista sino para el paciente. El diván se utiliza con el
fin de favorecer la emergencia de lo inconsciente, minimizando las
distracciones.
7- La terapia psicoanalítica sirve solo para solucionar
temas profundos.
El psicoanálisis es
un método para investigar y curar. Las personas consultan al analista por
diferentes situaciones complejas en menor o mayor grado. En algunos casos la
problemática que lleva a la consulta no es en sí profunda y su resolución es en
corto tiempo. Cuando un analista habla de cura, habla de un cambio de posición
subjetiva, no de un cambio relativo a una situación puntual. De este modo
podemos diferenciar un tratamiento superficial del síntoma de una cura
analítica. Independientemente de los temas por resolver, el psicoanálisis abre
una puerta a la profundidad de cada uno, y cada paciente decidirá hasta donde
quiere y puede llegar.
8- El psicoanalista puede usar la hipnosis
Luego de
experimentar, S. Freud abandonó la hipnosis y la sugestión. Pudo darse cuenta
de que la asociación libre (regla fundamental del psicoanálisis) era la forma
correcta para tratar los malestares psíquicos de la neurosis. La hipnosis y la
sugestión suponían un uso de poder por parte del médico, y remitían al paciente
a estados oníricos que implicaban un alejamiento de la realidad. Por estas
razones, en un análisis se requiere que el paciente esté despierto, de otra
manera ¿cómo podría modificar sus vínculos con la realidad?.
9- Los pacientes se enamoran del terapeuta
Una fantasía muy
conocida es aquella en donde paciente y analista tienen una relación amorosa y
sexual. Relación amorosa sí, sexual no. La relación de amor que se establece
con el analista supone un amor diferente a los demás, es un amor por el saber,
por estar mejor, un amor por la vida. Muy distinto este amor al amor de pareja,
ya que cuando un análisis finaliza, no se observa sufrimiento de ninguna clase,
todo lo contrario: con mucha alegría, el paciente saluda a su analista y se
dispone a vivir de otra manera. Solo hay que animarse a pasar por la experiencia.
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