Salir de la angustia
La Angustia. Cristina Alquicira Palacios |
Otro punto distintivo es tener la certeza de
que algo está por pasar, un presentimiento de que se avecina algo feo,
desagradable o peligroso.
La angustia puede dispararse por variados
motivos, pero en general sucede cuando una situación sobrepasa la capacidad
psíquica y emocional del sujeto. En este caso la persona siente que no puede
hacer nada para estar mejor y experimenta un sentimiento de indeterminación.
Pero frente a la temida angustia hay cosas
que se pueden hacer:
1) Acotar lo incierto. La primera
indicación es recurrir a la objetividad que comúnmente nos caracteriza y aceptar
lo que sucede, ya que la incertidumbre no debe eternizarse. En este sentido, es
útil buscar las formas para acotar lo incierto o lo azaroso de la situación,
tal vez pidiendo ayuda a familiares, amigos o a un profesional si la angustia
perdura en el tiempo.
2)
Pasar a la acción. Una sugerencia muy
importante es la siguiente: para salir de la angustia, es preciso hacer algo
positivo, lo que sea. Salir a caminar, prender el tele, hacer un llamado
telefónico, lo que se pueda hacer es válido porque corta el estado de quietud y
latencia de la angustia.
3) Establecer un orden. Aunque suene algo
tonto, suele ayudar mucho ponerse a ordenar papeles, ropa, objetos de la casa.
Cuando una persona ordena sus cosas, metafóricamente ordena sus pensamientos.
La angustia representa un momento afectivo en donde se ha perdido el orden
normal de las ideas. Si la angustia es muy intensa, la persona no puede pensar
en nada, experimenta un vacío mental o bien le aparece una idea fija que deja
en segundo plano a los demás pensamientos.
4) Historizar. La angustia figura
un malestar difuso y da la sensación de que no pasa el tiempo. Para evitar que
dicho sentimiento se extienda, es necesario recordar. ¿Desde cuando apareció la
angustia?, ¿hubo algún hecho que desencadenó el malestar?. Es importante tener
en claro que es lo que puntualmente genera ese mal-estar, es muy útil que la
persona elabore respuestas y encuentre posibles causas que organicen ese “estar
mal” en el tiempo, de modo que la angustia quede inscripta en una cadena de
acontecimientos vividos.
5) Usar la palabra. Otra de las armas
contra la angustia es la palabra, ponerle palabras a lo que está pasando es
fundamental para cambiar de posición. Hablar sobre lo que duele, molesta o
atemoriza quita la veta trágica a lo que está sucediendo. Se puede hablar con
otros pero también funciona hablar con uno mismo, sea en voz alta o por medio
de la escritura.
6) Transformar. Sabemos que los
afectos se sienten, pero hay algunos que no son agradables de sentir. Aunque la
angustia no sea un afecto placentero, de la experiencia se pueden extraer cosas
interesantes. En muchas ocasiones, tras salir de la angustia, la persona puede
localizar un antes y un después, notando que algo se ha modificado. La angustia
es una señal de advertencia, que indica que la posición actual no es la más
adecuada, no necesariamente tiene que anunciar un cataclismo. Suele
relacionarse con las esperas y las demoras. En este sentido, la angustia debe
transformarse en otra cosa, un acto, una decisión que no solo modifica el
status quo sino también facilita una descarga de afectos.
7) Pensar en lo que se
puede.
La última sugerencia es poder reconocer los límites de nuestro cuerpo, nuestro
pensamiento y nuestro accionar. La angustia tiene una particular relación con
la impotencia, por lo cual es preciso recordar que hay cosas que están en
nuestras manos y cosas que no. Poder aceptar que existen contingencias que nos
exceden disminuye las presiones y abre el camino a una visión del mundo mucho
más realista, por lo tanto, más sana.Al mismo tiempo, cuando
una persona logra pensarse como un ser mortal e imperfecto, encuentra nuevas
formas de disfrutar de las cosas y los vínculos con otros resultan menos
problemáticos.
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