Muchos peligros acechan la vida
humana. De todos ellos, el amor es uno de los más temidos.
Algunas personas experimentan el
amor muy temprano en sus vidas, y otros lo conocen más tarde. En algunos casos,
las personas tratan de evitar la contingencia del amor de todas las formas
posibles para no sufrir sus efectos.
¿Cuáles son estos efectos?
1-
Cuando uno se enamora, el modo de apreciar
la realidad cambia. El mundo se ve con otros ojos, tal como canta Pablo Alborán
“haces que mi cielo vuelva a tener ese
azul, pintas de colores mi mañana solo tú”.
2- Este “solo tú” es el segundo efecto del
amor. Es la demanda de exclusividad: Only you, tal como dijeron Los Plateros.
El enamorado cree que su amado es la única persona con la que quisiera y podría
estar en ese momento.
Aquí se sitúa
esa selección inconsciente (por lo tanto, involuntaria) en donde el objeto
elegido resulta ser imprescindible.
3- El
tercer efecto es el desvalimiento. El enamorado se siente en peligro permanente
de ser dejado, sustituido o abandonado por ese objeto que tanto ama. Por el
solo hecho de amar, la persona queda expuesta ante el otro, y tiene la
sensación de que este otro tan esencial, puede hacerlo feliz o inmensamente
triste.
Claro que este
desvalimiento solo es vivido si el amante acepta lo que le pasa, haciéndose
cargo de sus sentimientos, cosa que no siempre ocurre.
Cuando se
aceptan los sentimientos que uno posee, las inseguridades son inevitables. Por
eso en muchos casos, se resigna un gran amor para no sentir esta incertidumbre,
y se prefiere elegir otro amor menos deseado pero más seguro y confiable en
este aspecto.
4- La
proyección es el cuarto efecto del amor. Todas las carencias que tiene el
enamorado son depositadas en ese otro que ama. Será él o ella, quién dará una
solución a esas carencias y necesidades.
El objeto amado
es localizado en un lugar especial, por lo cual cada vez que ese lugar sea
desalojado, le seguirá el dolor y la sensación de vacío existencial. Muchas
personas llenan ese vacío interponiendo un objeto atrás de otro para no sentir
el dolor de la pérdida. Pero hay que resaltar que es un mérito el hecho de
disponer de un lugar así, ya que no todos pueden darle ese lugar fundamental a
alguien.
Una consecuencia
de esta proyección, es la íntima sensación de correspondencia y
complementariedad con el amado. Tal como dice Sergio Denis “yo soy la aventura
y tú la realidad”, así surge la idea del complemento, la creencia de que hay un
equilibrio entre el ser del amante y el ser del amado.
Esta simetría se
sostiene de la diferencia, a veces extrema que permite andar juntos sin
competir el uno con el otro. Sin embargo, algunas personas prefieren la
igualdad en sus objetos de amor, que el otro sea un calco de uno, o bien una especie
de fan de lo que somos, de modo que con su admiración asegure la satisfacción
narcisista que tanto cuesta conseguir por otros medios.
Por todos estos efectos (y
algunos que no se mencionan aquí) es peligroso enamorarse. Como mínimo hay que
decir que es algo arriesgado, ya que la cosa puede salir bien o mal en lo que
atañe a la correspondencia amorosa.
Existe toda una serie de matices respecto
a la correspondencia, y ni la mayor reciprocidad amorosa puede garantizar que
suceda lo mejor del amor: el acto. En relación al acto de amor, John Lennon
canta “Amor es saber lo que podemos ser”.
El acto de elegir estar juntos no
depende solo de que el amor sea correspondido sino también de la capacidad que
tenga cada uno de tolerar los riesgos que sus sentimientos implican como así
también respetar a ese otro que tanto se ama.
Porque en el caso más feliz,
donde si hay amor recíproco, ¿qué se hace con esa correspondencia?. Cada quién
encontrará una respuesta que puede ser constructiva, destructiva o neutral
respecto a los hechos futuros.
De este modo, todo acto amoroso
involucra una apuesta. Sea cual sea el resultado obtenido, estar dispuesto a
arriesgarse en el amor vale la pena.
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