A pesar de que la corriente cultural de nuestros días promueve el pensamiento positivo, no siempre hay que
decir que sí. Pensar en positivo significa
saber decir que no cuando es necesario. De hecho, solo en un sentido ideal
puede hablarse de positivo y negativo por separado, ya que al decir que sí a
una situación, simultáneamente se le dice que no a otras.
A veces, surgen situaciones en donde es difícil discernir si aquello
que los demás piden es más o menos acorde con lo que cada quien quiere hacer.
Hay momentos en donde determinado pedido, situación o relación no coincide con
lo que la persona quiere, y a pesar de eso no puede decir que no.
Los ideales, los miedos, las inseguridades en muchas
ocasiones colaboran para sostener circunstancias que son verdaderamente
insoportables. A costos muy elevados, la
situación desagradable permanece agravándose con el paso del tiempo. Es necesario
reconocer una paradoja humana: decir que sí al sufrimiento es más sencillo que
decir que sí al bienestar. ¿Acaso al ser humano le gusta sufrir?.
En realidad, es difícil decirle
que no al sufrimiento porque esto implica apostar al bienestar, con los
movimientos que esta apuesta requiere. Decir que no, es introducir un
límite que demarca un terreno posible de habitar para cada persona. Por lo
tanto, no es el sí lo que conlleva el no, es a partir del no que surge el sí
por añadidura.
El campo de las relaciones muestra las dificultades que aparecen
cuando es tiempo de decir que no y esta negativa no se produce. El problema que
surge aquí es que sin el límite no
surgen nuevas oportunidades de placer y satisfacción.
En el caso particular de las relaciones amorosas, la cuestión se
complica porque hay más de una persona involucrada. Los actos que acompañan al
hecho de decir que no suelen implicar grandes modificaciones (económicas, sociales,
geográficas, anímicas) que inevitablemente provocan miedo, pero no
necesariamente parálisis o resignación.
¿Cuándo es preciso decir que no?
·
Cuando el sufrimiento
es algo “normal”.
·
cuando hay insatisfacción
sostenida.
·
cuando existe
maltrato físico, simbólico o emocional.
· cuando la persona
se siente muy desfasada entre lo que tiene y lo que quisiera tener.
· cuando, en pos de
sostener la situación actual, se renuncia a cosas, proyectos o acciones
valiosas que la persona quisiera conservar.
· cuando la situación
imperante implica pérdida de dignidad, identidad o autonomía.
Aunque “decir que no” responde a cuestiones muy amplias, en la mayoría
de los casos se esconde una verdad imposible de descuidar: hay que decir que no cuando el deseo no está allí.
Para ponerle un límite a lo intolerable resulta imprescindible
detectar el malestar, des-naturalizando
el dolor, la agresión y las ideas que impiden el simple placer de vivir.
El placer de vivir tiene su precio, pero nunca es tan costoso como el
sufrimiento.
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