Si de ruptura de esquemas se trata, Julio
Cortázar es un referente inevitable. Su extensa creación literaria lleva la marca de su estilo extravagante y conmovedor.
Amiga del surrealismo, su escritura nos invita a relajar la conciencia y
dejarnos llevar hacia un terreno en donde la diferencia entre realidad y fantasía se esfuma.
A través de exquisitas metonimias y finas
metáforas nos transporta a un mundo fantástico
en donde sueño, pensamiento y acto pierden distancia cuando de deseos se trata.
Es este mundo al que los psicoanalistas
llamamos “realidad psíquica”, realidad con estructura de ficción, realidad eficaz
desde el momento en que es hablada, soñada o pensada. Tal como afirmaba S. Freud,
una representación investida con afecto tiene igual o mayor veracidad que un
contenido de la realidad material.
Para el ser humano entonces, es real si así
se siente. Es real si así se piensa. Es real si así se sueña. ¿Quién mejor que
Cortázar pudo describir la relación del sujeto, de este ser hablante que posee la locura en germen, con lo real?.
Basta leer un trocito, un párrafo de sus escritos y aparece
la magia de lo cotidiano y sus consecuencias. A diferencia de otros escritores,
su originalidad alcanza esos puntos recónditos ( y hasta difíciles de
reconocer) de la existencia humana, subir una escalera, usar un reloj,
encontrarse con alguien por casualidad … Cortázar supo armar bellas historias
amasando lo mediocre y lo sublime de la vida cotidiana, ¿no es este el objetivo
de una vida?.
Tomando una de las tantas definiciones de "lo
real" que nos brinda J. Lacan (otro que rompe esquemas), decimos que lo real es
lo imposible, aquello que vuelve siempre al mismo lugar.
De esta forma vemos que la relación del
sujeto con lo real, es decir con lo imposible, exige lograr un cierto equilibrio
entre las experiencias mediocres y los sentimientos sublimes a lo largo de la
vida.
Pero que tiene que ver esta exigencia de lo
real con la ruptura de los esquemas
sociales, culturales, literarios o científicos?.
En “Historia de Cronopios y de Famas” Julio
Cortázar separa a la humanidad en dos bandos bien diferenciados: los Cronopios que
rompen esquemas y no usan relojes y los Famas que sincronizan sus relojes a la
perfección y se remiten esquemas rígidos para poder vivir.
Los Cronopios son seres solitarios pero sinceros, mientras que los Famas están llenos de amigos pero son hipócritas. El primer grupo es valiente pero siempre llega tarde, el segundo grupo es cobarde y siempre llega demasiado rápido al lugar de la cita.
Los Cronopios son seres solitarios pero sinceros, mientras que los Famas están llenos de amigos pero son hipócritas. El primer grupo es valiente pero siempre llega tarde, el segundo grupo es cobarde y siempre llega demasiado rápido al lugar de la cita.
Es así que Cortázar describe estas cualidades
donde el tiempo es fundamental, lo que se hace con el tiempo: si se lo usa (Cronopios)
o se lo padece (Famas).
En cuanto a los esquemas, debemos diferenciar
entonces dos territorios: el de la comodidad moralista que conserva los mismos
esquemas de por vida por un lado (Famas), y por otro lado el terreno de la libertad
ética en donde se admite la ruptura de los esquemas establecidos si resulta
necesario (Cronopios). Hay que admitir que en una época como la nuestra en
donde el tiempo es dinero, volverse Cronopio es difícil.
Pero en Psicoanálisis tratamos de evitar los
dogmatismos, por más revolucionarios que sean siguen siendo encerronas para el
pensamiento.
Por lo tanto, podríamos introducir una
terceridad en esta lectura binaria del ser humano: el equilibrio, el nudo, el
empalme entre el Cronopio y el Fama, de modo tal que en la vida no todo sea
sublime pero tampoco mediocre, de modo que yo no llegue siempre tarde pero
tampoco demasiado temprano…puede existir una posición intermedia que permita
usar el reloj sin que el paso del tiempo nos esclavice. Sin hacer de la
vida un elogio al sufrimiento, que podamos soportar cierto grado de dolor,
pena o desdicha. La terceridad que introduce el psicoanálisis es el no-todo en
el tiempo, ni antes ni después, en el momento justo, a la hora del sujeto. Ni calabozo de aire ni lecho de rosas...
Es que este real sentido, pensado o soñado
del que nos habla Cortázar tiene que ser amarrado en el tiempo de cada uno;
porque un deseo se vuelve acto cuando se unen realidad y fantasía, dificultad y
potencia, blanco y negro, Cronopio y Fama.
"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire". J. Cortázar
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