jueves, 24 de enero de 2013

El efecto "Teléfono Descompuesto"


Los tiempos posmodernos proponen nuevas vías de comunicación que en otros momentos históricos habrían sido impensables. Pero todos estos medios que nos ofrece la tecnología no implican necesariamente un aumento o mejora en la comunicación.
Estar “conectado” por ejemplo, no significa  estar comunicado. En el caso de que esté hablando con alguien, para que haya comunicación tienen que estar presentes algunos elementos.
En la escuela nos hablaban del mensaje, el código, el canal… para comunicarse se requiere saber escuchar, tener en claro aquello que queremos transmitir, sea un pensamiento o sentimiento, y por supuesto respetar la diferencia que se pone en juego en todo acto de comunicación.
En nuestra época prima lo imaginario y la intolerancia frente a lo heterogéneo. Creemos que el otro debe saber o adivinar lo que queremos o sentimos, y así pensamos  que decírselo no es necesario. De este modo, esperamos que suceda algo que ni siquiera hemos propuesto o pedido, y cuando el otro calla o actúa de manera distinta a la imaginada, aparece la frustración.
Ejemplo de este efecto “teléfono descompuesto” es la comunicación por chat. Es un modo rápido e indudablemente útil pero no sería capaz de suplantar al llamado telefónico por ejemplo, y menos aún a la charla cara a cara en donde además de las palabras, contamos con las expresiones faciales y el tono de voz.
Los medios tecnológicos nos conectan virtualmente, si nos comunicamos pasamos a otro nivel de encuentro que a su vez posibilita un vínculo real con los otros. A este nivel las confusiones se reducen, y podemos decir que, aunque el malentendido entre seres humanos no tiene solución, ya no se trata de un teléfono descompuesto sino más bien de una composición armada entre dos o más personas presentes.
Si esta composición ya existe, el chat se transforma en un medio más que sirve al propósito de un encuentro verdadero. Cuando el vínculo simbólico aún no fue establecido, es común escuchar “hablamos por chat, pero no quedamos en nada” o “hablamos por chat pero no entendí nada”, es esta nada virtual e imaginaria que, desprovista de su parte simbólica y su parte real, presenta elementos descompuestos e indiferenciados que generan angustia, inseguridad y expectativas poco realistas.
Muchos conflictos pueden ser resueltos cuando la comunicación plena se hace posible. Por  suerte, los avances tecnológicos no han podido opacar lo interesante del encuentro  en vivo y en directo, cara a cara, mirada a mirada, cuerpo a cuerpo.

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